Іспанія. El Buscón

 

INTRODUCCIÓN

Picaros hay con ventura de los que conozco yo y picaros hay que no.

Picaros y buscones

A don Francisco de Quevedo le bastaba mirar a su alrededor para encontrar tipos como Pablos, pues las plazas y calles de Madrid, Toledo, Segovia o Sevilla estaban llenas de buscones y buscavidas El pícaro fue, más que una invención literaria, el re­flejo de la sociedad española del Siglo de Oro .

A comienzos del siglo xvii, España se acercaba a los siete millones de habitantes . Un cuarenta por ciento de la población estaba constituida por criados, picaros, mendigos y pobres de solemnidad, es decir, por gente que se buscaba la vida de for­ma lícita o ilícita . La pobreza y la picaresca iban unidas de tal forma que muchos niños —analfabetos y desnutridos— eran entregados por sus padres a personas mayores sin escrúpulos que los maltrataban Estos jóvenes se vieron obligados a sobre­vivir, desarrollando su ingenio y su astucia hasta límites insos­pechados, como bien refleja la literatura picaresca de la época:

Lazarillo de Tormes, Guzmán de Alfarache y El Buscón, entre otras novelas

En el otro extremo se hallaban la nobleza y el clero, esta­mentos privilegiados que despreciaban el trabajo manual por considerarlo oficio vil y plebeyo La principal preocupación de las clases altas era mantener el honor y la honra, pilares funda­mentales de una sociedad en decadencia Mientras los pobres sufrían numerosas necesidades, la nobleza disfrutaba de los placeres de la Corte, con la mayor ostentación y lujo . No es de extrañar que los que se decían pobres, pero honrados aspira­ran a la vida ociosa de los nobles, ni que Pablos tuviera desde chiquito «pensamientos de caballero».

¡Agua va!

Yo, señora, soy de Segovia, confiesa Pablos al inicio de la nove­la Las ciudades de España estaban escasamente pobladas como consecuencia de las guerras, de la expulsión de los moris­cos (unos trescientos mil entre 1609 y 1614) y de las epidemias de peste y hambre, que causaron cerca de un millón de muertos a comienzos del siglo xvii . Segovia era una ciudad casi desértica y su industria textil había desaparecido . Solo Madrid y Sevilla pasaban de los cien mil habitantes y, en consecuencia, eran lu­gares propicios para la formación de cofradías de maleantes La Plaza Mayor de Madrid y las Gradas de la Catedral de Sevilla daban testimonio permanente del mundo de la delincuencia

El Buscón es un espejo de la sociedad española del xvii . Gran parte de la vida del protagonista transcurre en Madrid, una ciudad con calles de tierra, sin aceras, polvorientas en verano y llenas de barro en invierno El mal olor era insoportable, pues no existía alcantarillado ni servicio de recogida de basuras, y las aguas sucias eran arrojadas por las ventanas al grito de «¡Agua va!». Que Pablos caiga del caballo sobre un charco de inmundicias no es ninguna exageración del autor

La animación de la Corte se observa en las muchas perso­nas que pasean, de día, por sus calles: forasteros, soldados, artesanos, hidalgos, criados, mendigos, rufianes, nobles a ca­ballo, damas en carruajes, etc Pero la falta de iluminación noc­turna convierte la capital en lugar idóneo para los capeadores o ladrones de capas, a pesar de la presencia de alguaciles y cor­chetes; por ello, la gente no sale después del toque de oración de las campanas o lo hace armada y escoltada con criados

La sopa boba

El picaro organiza su vida en función de la comida, de ahí que el tema del hambre sea consustancial a la novela picaresca Si no tiene qué comer, lo pide, lo roba o se pega a alguien de quien pueda sacar tajada. Estos picaros gorrones son, en pala­bras del propio Quevedo, «susto de los banquetes, polilla de los bodegones, cáncer de las ollas y convidados por fuerza».

Aunque el consumo de vino era habitual entre los españo­les, tomado con moderación (salvo en casas de rufianes como la del tío de Pablos), la bebida de moda entre todas las clases sociales era el chocolate, importado de América El alimento básico era el pan, que los pobres acompañaban casi exclusiva­mente de ajo y cebolla . Los ricos preferían la carne a las verdu­ras (consideradas alimentos para animales y pobres), comían tres veces al día y, a menudo, organizaban banquetes, servidos en espléndidas vajillas como signo de distinción Las clases popu­lares, en cambio, apenas tomaban pescado ni carne, y esta era de tan mala calidad que se sospechaba que los carniceros ven­dían gato por liebre . La mayor parte de los días se comía un guiso conocido como «olla podrida»; se trataba de un cocido con carne de cerdo, vaca o carnero, tocino, garbanzos, chorizo y cebollas como principales ingredientes . Los campesinos solo hacían dos comidas: migas al amanecer y olla por la noche Fi­nalmente, los mendigos tenían que conformarse con lo que les daban en los conventos, la llamada «sopa boba», un caldo compuesto de mucha agua, poco vino blanco, mendrugos de pan, hortalizas y algunos huesos

Esta es la España del Buscón, la España barroca que se mueve entre la miseria y los sueños de grandeza de unos tipos sociales retratados magistralmente por Quevedo para deleite de los lectores de ayer y de hoy

Esta edición

Esta edición presenta una versión adaptada de la novela de Quevedo, dirigida a aquellos lectores que están poco familiari­zados con el castellano del Siglo de Oro y que, precisamente por eso, rehúyen la lectura de los clásicos o los abandonan, im­potentes, en las primeras páginas

Tomando como base las ediciones más conocidas de la obra (Lázaro, Cabo, Jauralde, Ynduráin y Rey, entre otras), la pre­sente adaptación mantiene los episodios fundamentales de la vida del Buscón, facilita su lectura al sustituir las expresiones en desuso por otras del español actual y se muestra respetuosa con el tono y el estilo de Quevedo

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